Cartas a Turquesa 1 de Gabriel Summers


Turquesa mía, cada día me pregunto, cómo hubiese sido la vida estando a tu lado. El mundo del amor es el más indefinido de todos los mundos. Se trata de comprender, pero hay muchas variantes. De un beso se puede despertar una pasión, pero nadie sabe mantenerlo, tampoco definirlo.

Si me ves, trato de buscarte en todas las ocasiones donde pudimos coincidir con un beso o varios, o todos los que alcanzaron a nacer en nuestras bocas. En todos ellos te pregunto y no obtengo la respuesta. Me encuentro armándote con cada pedacito que tengo de recuerdo. Trato de averiguar, en qué beso estuvo el hechizo o la droga que me envolvió en ti, porque no sé si estoy hechizado o enviciado. Me siento un drogadicto, ya no sé cómo poder salir de vos, de tu camino, de esta ansiedad y este deseo de permanecer en la isla de tu ser, ese islote perdido en los mares de la vida.


 

Cartas a Turquesa 1 Imagen 2


Te confieso que el otro día traté de darme un martillazo en la cabeza. Estaba ya harto de no verte y no paraba de anhelarlo. Sentía mucha ansiedad desde el corazón, ese deseo recorría por todas mis venas. Te escribí como siempre para quedar en vernos, pero como de costumbre, tu respuesta fue un “No puedo” rotundo, de esos que ya dominas, y de esos que ya odio. Aunque no lo creas mi cuerpo empezó a temblar, había un terremoto en mí, era una sacudida excesiva. Como pude, alcancé el martillo que tengo debajo de la biblioteca (no sé porque guardo un martillo debajo de la biblioteca). Quería quebrar esos recuerdos tuyos de mi cabeza. Mientras trataba de sostenerla, me armaba de valor para el golpe. La primera vez que traté me frené, el temblor seguía y yo me tiré al suelo. Cómo sabía que yo no era capaz de pegarme, lancé la herramienta al aire calculando que en la caída me diese en la cabeza, entonces cuando vi que esta se devolvía girando, cerré mis ojos. Por un segundo sentí miedo, pude escuchar el sonido del martillo cuando chocó con el suelo y abrí mis ojos. El temblor se había ido pero el susto había quedado. Allí me encontraba en el suelo, pensando en si era muy valiente o si era muy estúpido, pero el remedio fue peor que la enfermedad. Ese día te olvidé, pero a la mañana siguiente, cuando miré hacia donde había caído el martillo, pude fijarme que se había roto un pedazo de cerámica del suelo.


Turquesa y Jamesoir Carta a Turquesa 1

 

Ahora, cada vez que veo esa faltante, ese vacío en el suelo, recuerdo que fuiste la razón de esa deformidad en mi sala.


¿Ya ves que ni queriendo puedo olvidarte?


Ese martillo debió quebrar las paredes de mi memoria, no dañar el piso de mi sala . La ansiedad ha vuelto, como quisiera que se fuera como lo has hecho tú; silenciosa y repentinamente.


Jamesoir.

4, Av. HAUTE VUE.